El verano nos cambia el ritmo. Con el descanso, el calor, la ropa más ligera y esos días que parecen durar más, también cambia la manera en que vivimos la intimidad y el deseo. Pero no siempre para mejor. Para entender cómo afectan realmente las vacaciones a nuestra sexualidad, conversamos con Gerardo Luis Bagatolli, psicólogo y sexólogo, que nos invita a mirar con más compasión y menos presión ese deseo que muchas veces se esconde entre la playa y la rutina.
¿El calor despierta el deseo… o solo baja el estrés?
Es común creer que el verano viene acompañado de una libido más activa, como si el sol también encendiera el deseo. Pero, ¿Qué papel juega realmente el clima en nuestra sexualidad?
“En verano, la libido no siempre sube. A veces solo es el termómetro. Y otras, es que por fin bajó el estrés y pudiste escuchar lo que tu cuerpo estaba pidiendo desde marzo.”
Muchas veces, no es una explosión hormonal veraniega lo que sentimos, sino una pausa emocional. Al dejar atrás la rutina, el cuerpo finalmente tiene espacio para hacerse sentir. Y sí, lo que sentimos pueden ser ganas, pero también cansancio, tristeza o simplemente la necesidad de reconectar.
¿Qué sucede cuando no nos sentimos cómodos con nuestro cuerpo?
En verano mostramos más piel y, con ello, aparecen algunas inseguridades. ¿Qué pasa cuando el deseo está, pero no nos animamos a entregarnos por culpa de nuestra autoimagen?
“A veces no es que no tengas ganas, es que no te gustas en el espejo. Y cuando eso pasa, cuesta hasta desnudarse con alguien que te quiere.”
La mirada propia puede ser mucho más dura que la ajena. Aunque nuestra pareja nos desee, nuestros ojos pueden sabotear la experiencia. Esa desconexión con el cuerpo bloquea el placer. En pocas palabras:
“Tu cuerpo no tiene que ser de revista para que guste. Pero si tú no te lo crees, da igual quién te lo diga.”
¿Qué podemos hacer para reconciliarnos con nuestra imagen?
- Mover el cuerpo desde el placer: hacer ejercicio no como castigo, sino como manera de habitar el cuerpo y generar bienestar (endorfinas incluidas).
- Practicar la autoobservación sin juicio: usar herramientas como la meditación, la escritura o incluso el espejo para verse con más amabilidad.
- Hablarlo en pareja: compartir lo que sentimos puede aliviar la carga interna y favorecer una intimidad más compasiva.
¿Por qué a veces el deseo disminuye justo cuando tenemos tiempo?
Las vacaciones prometen descanso, conexión y más encuentros íntimos, pero no siempre cumplen. ¿Por qué, si estamos “de relax”, el deseo puede flaquear?
“Cuando se va la rutina, aparecen los silencios. Y ahí, se nota más el deseo… o su ausencia.”
El tiempo libre trae también más consciencia. Y si ya veníamos desconectados, lo que se amplifica es la distancia. Muchas parejas también colocan demasiadas expectativas en este periodo.
“Si esperas que las vacaciones arreglen tu vida sexual, vas tarde. Pero puedes empezar por no meterle más presión.”
Pequeños cambios para mantener la conexión sin presiones
- Ajustar las expectativas: no idealices. Ver las vacaciones como una oportunidad para reconectar, no para salvar la relación.
- Dar espacio a la espontaneidad: los encuentros más significativos a veces nacen del descuido, no del cronograma.
- Buscar otras formas de intimidad: caminar juntos, cocinar, jugar. Pequeños gestos pueden reencender el deseo sin necesidad de meta sexual.
¿Cómo influyen nuestros hábitos emocionales en la sexualidad?
Muchas veces usamos el sexo como respuesta automática a otras carencias. ¿Qué consecuencias tiene eso sobre cómo vivimos el deseo.
“Todo lo que haces de forma repetida es un entrenamiento. Si cada vez que te sientes solo buscas validación en el sexo, lo estás convirtiendo en tu calmante emocional. Y como todo calmante, tiene efectos secundarios.”
Somos seres de hábitos y el sexo no escapa a esa lógica. Usar la intimidad como refugio puede ser válido a veces, pero si se vuelve el único camino hacia el alivio emocional, pronto perderá su magia… y su sentido.
¿Qué podemos hacer para construir un deseo más saludable?
- Explorar otras formas de conexión: jugar, abrazar, charlar largo. Toda intimidad emocional puede volverse una semilla para el deseo sexual.
- Educar el deseo con regularidad: “El deseo también se educa. Si solo lo enciendes cuando estás de vacaciones, tu cerebro aprenderá que necesita playa para excitarse.” La intimidad también se cultiva en lo cotidiano: una mirada, un gesto, una insinuación puede encender mucho más que un hotel con desayuno incluido.
- Hablar desde lo profundo: atrevernos a expresar lo que queremos, lo que tememos y hasta lo que no entendemos de nuestro propio deseo.
¿Cómo lidiar con la presión de “vivir a full” en vacaciones?
Queremos descansar, divertirnos, reconectar, tener más relaciones sexuales y volver sintiendo que “valió la pena”. ¿Pero no será demasiado pedirle a dos semanas de descanso.
“A veces no es falta de deseo, es exceso de exigencia. Queremos desconectar, tener más sexo, que todo fluya… y al final lo único que fluye es el estrés.”
Las vacaciones no tienen que ser perfectas. De hecho, cuando soltamos la idea de “tiene que pasar todo eso”, muchas veces pasamos mejor.
Pequeñas prácticas para bajar la presión y aumentar el disfrute
- Conversar sin expectativas ocultas: hablar sinceramente sobre lo que cada uno espera del descanso y de la pareja.
- Celebrar lo simple: prestar atención a los pequeños gestos y momentos que ya están ocurriendo y que sí suman.
- Crear rituales compartidos: desde desayunar juntos hasta una tradición personal en cada viaje. Pequeños marcos favorecen el vínculo.
Una temporada para reconectar, no para rendir
El verano puede ser una excusa para acercarnos, no solo por fuera, sino también por dentro. No todo deseo necesita ropa interior nueva ni paisajes exóticos. A veces, basta con volver a mirar y ser mirado con ternura.
“La sexualidad es un viaje, no un destino. Abrázalo y permítete disfrutar cada paso.”
Así que si esta temporada te encuentra deseando más… o deseando menos, con ganas de compartir o de estar más hacia adentro, recuerda que todo es parte del camino. Las vacaciones no tienen que ser perfectas para ser transformadoras.
Y como nos recuerda Gerardo, la clave no está en buscar más placer, sino en aprender a sentirlo cuando llega.